Cuando echamos la mirada atrás y
percibimos la historia de algunas de las personas más relevantes de la historia
de la humanidad, encontramos ejemplos de seres que decidieron vivir la vida, caminando
a pesar del miedo o incluso dejándolo apartado, dedicándose a hacer lo que sentían
que les comunicaba su corazón.
El corazón no sabe de miedo,
pero, hay una parte de nuestro cuerpo en el que el miedo se hace fuerte y se
proyecta en cuanto tiene la más mínima oportunidad. Ese lugar es la mente.
La mente es el jardín preferido
del miedo. En él se instala y se hace fuerte, dirigiendo todo lo que pensamos,
decimos y hacemos, dando como lugar una vida sin sabor, llena de rutinas
aparentemente “seguras que lindan lo normal o aceptado socialmente”.
Pero, ¿cuántos ejemplos de personas ejemplares hemos visto que se han salido de
lo común, arriesgando incluso su vida, para demostrar que merece la pena seguir
al corazón?
Mientras el miedo que reside en
la mente siga controlando nuestra forma de vivir, los frutos que demos lugar
tendrán el sabor amargo de la frustración y la tristeza que se apoya en una
vida monótona y llena de “seguridad y sentido común” donde el corazón es
desterrado y abandonado para morir por inanición y falta de atención.
Puedes elegir si deseas dirigir
tu vida a través del miedo o de la sabiduría del corazón. Tanto si haces una
cosa como la otra serás tú el responsable. Mucha gente decide dejar su vida en
manos de decisiones de otros, sin darse cuenta de que siguen siendo ellos los
responsables de ceder su poder. Otros, por el contrario, ceden a la decisión de
hacer para agradar, demostrar o ser ejemplo de, dando igualmente poder a los
caprichos de la mente siempre competidora y falta de autoestima, siendo ellos,
igualmente responsables de dicha decisión.
Sólo aquellos que lograr tener la iniciativa, valor y pasión suficientes como para dejarse guiar por el corazón, viven una vida real en la que cada cosa que piensan, dicen y hacen
está totalmente bajo el control del corazón que todo lo sabe .
Eres una semilla de inmenso poder
que, para crecer,
necesita ser alimentada por el
dulce sabor de la respiración consciente, manantial donde nacen los
pensamientos más amorosos, sabios y comprensivos que permiten que la palabra y el acto se
fundan en profundas obras de amor para las almas que habitan este planeta.