Seguimos apostando por “ver un
mundo mejor” olvidando que los cambios que se produzcan en el mundo estarán estrechamente
ligados a los cambios que hagamos en nuestra forma de proceder cada instante de
nuestra existencia.
Tú eres el mundo, cualquier cosa
que mejores
en ti, será una mejora en el mundo.
La comunicación es la forma en la
que proyectamos nuestros pensamientos. Todos y cada uno de los pensamientos que proyectamos se apoyan en
nuestro sistema de creencias o lo que más comúnmente se conoce por filosofía
de vida.
El poder de tus palabras,
está siendo proyectado
continuamente
por tu sistema de creencias.
Cuando comunicamos, debemos ser
conscientes de que estamos proyectando una energía muy poderosa que nace en un
ser divino, nosotros. El poder de las palabras es tal, que pueden sanar o
destruir instantáneamente.
Ser conscientes del poder que
tienen
nuestras palabras, nos invita a
elevar la consciencia
con la que hacemos uso de ellas.
La vía más eficaz para lograr
hacer de nuestra forma de comunicar una posibilidad de elevar nuestra luz y la
de los demás, es permitiendo al corazón tomar más partido en nuestro sistema de
creencias, dejando que sea al elemento más importante dentro de nuestra filosofía
de vida, sobre la cual, vamos a apoyar nuestra forma de pensar, hablar y hacer
la vida.
Amar es la llave. Dejemos que el
amor sea el líder
de nuestro silencio mental, para
que pueda nacer
un nuevo lenguaje.
Dentro de la danza que existe
entre el emisor y el receptor surge una oportunidad de mutua responsabilidad
sobre el resultado final cuando termina la música de la vida. Tanto cuando
surge un conflicto, como cuando nace un estado de mutua dicha interior, ambos
elementos son esencialmente importantes en el producto final.
Si deseas aportar amor al mundo,
sé un amoroso emisor y un
paciente receptor.
Tanto al hablar como al escuchar
desde el amor
permitimos que el resultado sea sabroso
fruto.
Tú eres el mundo, no solo una
parte de él. Eleva tu luz para hacer de este cuadro llamado “vida en el planeta”
algo digno de ser vivido, compartido y experimentado.
Un abrazo de luz, hermano mío.