Dentro de las verdaderas
necesidades del ser humano, el cariñó ocupa un lugar importante. Todos y cada
uno de los seres de este planeta está inclinado a encontrar, de una forma u
otra, ese alimento del alma.
El cariño puede manifestarse de
infinitas formas, pero, de una forma u otra, sin él todo ser vivo moriría de
tristeza.
La felicidad está intrínsecamente
ligada al cariño y el amor es una forma de manifestación del mismo. Amar, además
de ser compasivo, comprensivo y tolerante, es ser cariñoso con todo lo que te
rodea. En muchas ocasiones, uno debería parar y preguntarse si su forma de
presentarse al mundo es cariñosa.
Aunque, existe una forma de
saberlo rápidamente y es evaluando si tu existencia manifiesta cariño hacia
todo lo que te rodea, siendo esta la vía más rápida para incorporarlo a tu forma de
vivir. Todos sabemos que el acto de dar y recibir se unifica en el mismo
instante en el que nace uno de los dos, por la razón de que no se pueden separar
el uno del otro.
Todos compartimos alguna forma de
cariño que nos permite seguir adelante, vivir y compartir nuestra dicha. Los
maestros espirituales recogen ese cariño de todos los que les siguen, los
amantes de sus parejas, las madres de sus hijos y así sucesivamente. En cuanto
dejas de compartir cariño, comienzas a morir.
Uno, puede ser cariñoso con una
mascota, con la belleza del mundo que le rodea, con un amigo, con un hermano, sin
tener que caer en la tentación de buscar un cariño particular concreto que te
aleje del inmenso decorado que siempre está manifestándose delante de nuestros
ojos.
El cariño es un acto, una
iniciativa interior que puedes manifestar siempre que lo desees, olvidando que
en el mismo instante que te abres a darlo lo comienzas a recibir. Somos amor y
la senda más rápida para elevarlo es manifestándolo.
¿Existe una forma más sublime de compartir
el amor que somos
que darlo y compartirlo con todo
lo que nos rodea?
La dicha es un estado de amor con
todo lo que nos rodea y su esencia se muestra cuando tomamos la iniciativa de
manifestarlo en toda su plenitud, en cada instante, en cada momento. Profundizar
las raíces es simplemente amar cada instante, proyectando pensamientos,
palabras y actos que rieguen de amor todo lo que tocamos.
Ama con total libertad sin
marcarte ningún camino que no sea la sencilla dicha de amar todo lo que llega a
tu vida desde la libertad de tu alma, siendo en cada momento, amor.